«Es uno de los «cánticos
graduales» o «canciones de las subidas», que entonaban los
israelitas en su peregrinación a Jerusalén y a su Templo. Es
también uno de los siete salmos penitenciales, de los que tan
amplio uso se ha hecho en la Iglesia, en particular de éste, el De
profundis, y del salmo 50, el Miserere. La Biblia de
Jerusalén da a nuestro salmo el título de De profundis.
Es un salmo penitencial, sí, pero más aún un salmo de
esperanza. La liturgia cristiana de difuntos lo emplea ampliamente, no como
lamentación, sino como oración en que se expresa la confianza en
el Dios redentor.- Para Nácar-Colunga el título de este salmo es
Imploración de la divina misericordia. Deprecación
transida de compunción y de humildad: el salmista reconoce sus pecados y
espera la rehabilitación espiritual de la misericordia divina. De lo
profundo de su tribulación clama el salmista a Dios, seguro de alcanzar
la misericordia de Yahvé.- «Salmo penitencial. Invocación
del nombre de Dios misericordioso, repetida siete veces y salida de lo
más hondo del corazón. Queremos presentar a Dios todos los
recovecos de nuestra realidad, para que él los mire con ojos de
misericordia. El perdón define la actitud fundamental de Dios con
nosotros. Por esto, esperamos en él, a pesar de nuestros incontables
pecados. "Jesús" significa "Salvador", "porque
salvará a su Pueblo de sus pecados" (Mt 1,21)» (J. Esquerda
Bifet).
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